La noción de dualidad es tan antigua como el hombre del Neolítico. El contraste inherente entre dos cosas interconectadas surge desde éste periodo cuando el ser humano hace conciencia de la muerte, por lo tanto de la existencia de la trascendencia. El concepto de trascendencia proviene de nuestro primer encuentro entre lo sagrado y lo profano y la lucha que esto representa.

Encontramos dualidad en cada rincón de nuestra existencia: noche-día, femenino-masculino, vida-muerte, etc. La necesidad de dividir las cosas en blanco y negro es una respuesta humana a lo que percibimos. Sin embargo, si contempláramos las cosas con más cercanía podríamos ver que incluso si la dualidad tiene una presencia constante en nuestras vidas, siempre surge de un todo unido. Vivimos en un solo mundo y pese a que la dualidad está dentro de nosotros, somos seres individuales no duales.

A través de ésta exposición busco mostrar como los seres humanos por su forma de percibir la dualidad levantan barreras internas y externas que afectan su comportamiento de forma intolerante y segregativa. Si percibimos el todo en lugar de la división podemos cambiar nuestros patrones de conducta intolerante.